domingo, octubre 21, 2007

La única base de la idea de que el mercado es un mecanismo eficiente para asignar recursos es la fe, no la ciencia

Publicado en "La Jonada", diario mexicano.
Alejandro Nadal
Premio Nobel: paradojas y metáforas

Pobre Adam Smith. Ahora sí debe estar confundido en su tumba en la pequeña iglesia de Canongate, en Edimburgo. Se ha de preguntar, si los del comité del Premio Nobel son tan conservadores, ¿cómo es que este año se lo dieron a un economista (Leonid Hurwicz) que tanto contribuyó a enterrar para siempre la teoría del mercado?

Para entender esta paradoja, hay que sacar al viejo Smith de su cajón, sacudirle el polvo y narrarle algo de la evolución de la teoría económica, comenzando con el Nobel de este año para tres economistas que desarrollaron la teoría de diseño de mecanismos. Aunque la prensa ha tratado de aclararle al público qué es eso de “diseño de mecanismos”, las explicaciones no han pasado de una serie de citas piadosas del comunicado del comité Nobel que no dicen nada. A Smith habrá que explicarle cuál es la relación entre la bella y poderosa metáfora de la “mano invisible” y el diseño de mecanismos.

La alegoría de la mano invisible pretende responder una pregunta inquietante: si los individuos que componen una sociedad son egoístas, ¿cómo es que no acaban matándose unos a otros? La solución de este enigma está, según Smith, en el mecanismo de la mano invisible: el mercado es un dispositivo social que permite coordinar los planes de individuos egoístas en una sociedad sin necesidad de que tenga que intervenir el Estado. En esta metáfora, el mercado no sólo hace compatibles los planes individuales de agentes egoístas sin que éstos se percaten de ello (de ahí lo “invisible” del mecanismo), sino que permite alcanzar la prosperidad. Pero aunque Adam Smith lo intentó, no pudo proporcionar la prueba científica de que efectivamente eso era lo que acontecía en el mercado.

En 1948 Samuelson pudo ofrecer una demostración de que la posición de equilibrio está asociada con un criterio de eficiencia. Algo es algo, aunque el criterio de eficiencia (óptimo de Pareto) deja mucho que desear. Pero faltaba siempre lo más importante: demostrar que las fuerzas del mercado conducen al punto de equilibrio. Para eso se necesitaba construir un modelo que representara de manera dinámica el proceso de formación de los precios de equilibrio.

Después de un largo recorrido, con el trabajo de Kenneth Arrow y Leonid Hurwicz sobre “estabilidad del equilibrio competitivo” (1958-59) la comunidad académica pensó que se había podido demostrar definitivamente que las fuerzas del mercado conducían al equilibrio. ¿Qué hicieron estos autores? Construyeron un ingenioso modelo de ecuaciones diferenciales en el que las fuerzas de la competencia permiten la formación de precios de equilibrio para todas las mercancías simultáneamente (a esos precios oferta igual a demanda en todos los mercados al mismo tiempo). El uso de un instrumental matemático poderoso (funciones Lyapunov) les permitía “demostrar” la convergencia hacia la posición de equilibrio.

Por primera vez se había construido un mecanismo que aparentemente permitía demostrar que en efecto, tal como sugería la metáfora de Smith, las fuerzas del libre mercado conducían a los precios de las mercancías hacia la posición de equilibrio y la eficiencia.

Desgraciadamente para el mecanismo diseñado por Hurwicz, en ese modelo la formación de precios de equilibrio sólo se podía garantizar mediante la intervención de supuestos muy restrictivos (bien conocidos en la disciplina: bienes sustitutos brutos o el axioma débil de preferencias reveladas a nivel de mercado). Pero, aunque ese resultado era insatisfactorio, Arrow y Hurwicz aventuraron una conjetura. Afirmaron que aunque reconocían que el resultado alcanzado dependía de manera crucial de la introducción de supuestos restrictivos, pensaban que en general (es decir, sin dichos supuestos abusivos) era posible demostrar que el mecanismo de mercado sí conducía a una posición de equilibrio.

Craso error. En 1960, en un famoso artículo Herbert Scarf demostró que esa conjetura era inválida: con un contraejemplo pudo probar que si se quitaban los supuestos restrictivos, el mecanismo del modelo no servía para demostrar que la mano invisible permitía hacer compatibles los planes individuales (en el equilibrio). Aunque famoso, ese artículo ha pasado desapercibido hasta por los dilectos alumnos de Scarf.

Ese debate fue un parteaguas. Catorce años después, Debreu, Mantel y Sonnenschein demostraron que para alcanzar el resultado de Arrow-Hurwicz, siempre sería necesario recurrir a supuestos restrictivos. Punto final: ése fue el último clavo en el ataúd de la teoría del equilibrio general.

Desde entonces, Leonid y sus amigos pasan el tiempo diseñando mecanismos para la teoría de juegos. La realidad es que 230 años después de La riqueza de las naciones, la teoría económica todavía no sale de su metáfora sobre la mano invisible. Los padres de la teoría del equilibrio general lo han reconocido, a pesar de que eso no se enseñe en las escuelas de economía (ni aquí, ni en Estados Unidos). La única base de la idea de que el mercado es un mecanismo eficiente para asignar recursos es la fe, no la ciencia. Y ese resultado ni 10 premios Nobel lo pueden cambiar.

lunes, octubre 15, 2007

Canet Rock 75



Alguien lo colgo en Stage 6

Algo sobre el penultimo Canet en el "el mundo"


La primera etapa de la llamada 'edad de oro' abarca los años en que muchos músicos hispanos aprendían a soñar con el rugir eléctrico y utópico del rock. Mientras el dictador amenazaba con morirse, su régimen se aferraba a regañadientes al triunfo de la fuerza sobre la razón y seguía apretando los cuellos: "El 2 de marzo de 1974, Salvador Puig Antich es ejecutado por el método del garrote vil en la prisión Modelo de Barcelona. Fue la última víctima del franquismo ajusticiada con este inhumano artilugio. Puig Antich pasó sus horas finales en la cárcel mientras esperaba su ejecución tocando una guitarra y escribiendo apuntes personales".

El mundo del rock vivía su particular desazón durante el declive de Franco, sobrellevando cierta sensación de desarraigo en la España de ‘Heidi’, el ‘1, 2, 3... responda otra vez’ y ‘La casa de la pradera’. Era una época marcada por la formación de grupos como Los Canarios, Vainica Doble o Solera. Un ambiente paranoico donde cualquier provocación de tintes rockeros se pagaban caro. El propio Miguel Ríos, trabajador infatigable aún hoy, pasó tres meses en el hospital penitenciario de Carabanchel por culpa de la Ley de Vagos y Maleantes, acusado de llevar en el bolsillo una 'china' de 'costo'. No había tal delito, aunque sí estaba reciente aquel ‘Concierto de rock y amor’ en el que Miguel arengó a la multitud: "¡Que se enteren en la Puerta del Sol de que estamos vivos!". Y vaya si se enteraron.

Esta etapa termina con el fenómeno del 'rock laietano' y la posprogresía en Cataluña, culminado con el festival Canet Rock celebrado en 1975 en Barcelona; una actuación prohibida por el Gobierno, que reunió en su cartel a nombres como María del Mar Bonet, Pau Riba, Lole y Manuel o Sisa.

domingo, octubre 14, 2007

A veces oigo voces

Artículo extraido de "EL PAIS"


MERCEDES DE LA ROSA 14/10/2007

El complejo mundo de las mentes de los enfermos de esquizofrenia es el eje de la película 'Una cierta verdad'

Durante una clase de informática, un alumno deja de entender lo que el profesor explica. Como si de un exorcismo se tratara, empieza a escribir obsesivamente un diccionario de un nuevo idioma que él mismo inventa sobre la marcha. Coloca las palabras en columnas, pero es incapaz de reconstruir su léxico porque ni siquiera él lo entiende. Al tratar de establecer relaciones de significado, se da cuenta de que es imposible: tacha las palabras compulsivamente y pone flechas para intentar reorganizar su pensamiento. No lo consigue. Se encuentra en plena crisis. Es esquizofrénico.

La situación es real y queda reflejada en Una cierta verdad, la película documental sobre esquizofrenia que el director Abel García Roure (Barcelona, 1975) estrenará a principios del año que viene. Tratar de aproximar la experiencia de esta enfermedad mental al público ha sido el objetivo del director. "He partido de la idea de que hay un estigma muy fuerte respecto al tema; tras analizar la aproximación que se ha hecho desde el cine a la psicosis [trastorno mental en el que se incluye la esquizofrenia y la paranoia], o bien excesivamente romántica, o bien marcadamente antipsiquiátrica, he tratado de iluminar el tema desde la experiencia real del enfermo, de su relación con la enfermedad, explicar su sufrimiento, y contar las distintas evoluciones que puede tener". Durante dos años, el director ha documentado las vidas de varios personajes con esquizofrenia mostrando cómo se entrecruzan en el entorno de la unidad psiquiátrica del hospital Parc Taulí de Sabadell (Barcelona).

Alrededor del 1% de la población mundial (61 millones de personas) sufre esquizofrenia. En España, según las cifras expuestas en el XV Congreso Internacional para la Psicoterapia de la Esquizofrenia y otras Psicosis, celebrado en Madrid el año pasado, cerca de 440.000 personas conviven con la enfermedad. El 85% de ellas están diagnosticadas, pero sólo el 50% recibe tratamiento. Los expertos aseguran que sufrir una crisis esquizofrénica es un episodio traumático, pero las consecuencias no tienen por qué serlo. "Haber tenido un brote no te condena de por vida", explica el doctor Josep Moya, psiquiatra, coordinador del Observatorio de Salud Mental de Cataluña y uno de los impulsores de Una cierta verdad. "Ha cambiado mucho el futuro de estas personas". Tras un único brote, la recuperación suele ser total y la persona puede volver a su rutina habitual; si se convive con crisis puntuales a lo largo de los años, será necesario reestructurar ciertos aspectos del día a día para evitar el estrés que puedan generar factores como la exigencia de un trabajo, pero la vida no tiene por qué cambiar si se sigue un tratamiento. Estos dos grupos suponen más de dos tercios del total de personas con esquizofrenia, y son los que García Roure ha querido retratar en su película. El tercer grupo, menos frecuente, es el formado por quienes quedan mermados y necesitan largos periodos de hospitalización. "Cada día circulan por la calle personas con esta enfermedad, no lo hemos tratado como algo extraordinario".

'Schizo', en griego, significa escisión o división; phrenos, mente. Tal como su nombre indica, la esquizofrenia provoca una fragmentación en la persona. Cuando se desencadena, se da una ruptura que altera la actividad de los neurotransmisores del cerebro. El enfermo recibe información que no viene del exterior; que no percibe por los sentidos, aunque él la vea, escuche y sienta como verdadera. "La esquizofrenia provoca una pérdida de contacto con la realidad, trastornos en el lenguaje, conductas extravagantes y alteraciones en la afectividad", explica la psiquiatra Roser Guillamat. Durante un delirio, el esquizofrénico siente persecuciones, amenazas, mensajes enviados por Dios o diálogos con aparatos televisivos como vivencias completamente reales. "Oigo voces por todos lados", confiesa una mujer a su psiquiatra en Una cierta verdad. "En el cine, en la compra, ahora mismo mientras hablo con usted. Y me quieren matar. Mis hijos piensan que estoy loca, pero no lo estoy; de verdad que escucho cosas dentro de mi cabeza. Sólo puedo desahogarme con usted", confiesa con cara de sufrimiento. "Sin tener conciencia de que es una enfermedad, pensar que te persiguen, que te quieren hacer daño o que la televisión te amenaza genera mucho sufrimiento y estrés", puntualiza Roser Guillamat.

La incierta verdad de Javier (58 años) nace hace más de 20, cuando, según cuenta, "descubrió" que los hijos que su mujer decía que eran suyos no lo eran. Javier ha convivido con la enfermedad, con las alucinaciones auditivas y con los delirios sobre temáticas cósmicas desde entonces de manera más o menos estable. "Creo que a mí me pasó todo esto por leer demasiado. En casa tengo más de 800 libros, soy demasiado curioso y he forzado mucho el cerebro". Cuando se casó, Javier era un joven con un toque bohemio y un reconocido trabajo como rotulista. "Tras leer un libro de física y química empecé a ver átomos reales", explica. "Otra cosa que influyó en lo de mi cerebro fue que pinté a una mujer desnuda y después no pude darle vida. El no saber cómo estamos hechos y cómo crear a seres vivos genera una gran inquietud; son temas de gran complejidad para una persona", explica de manera pausada. Tras su último ingreso en la unidad de agudos del hospital Parc Taulí, que sirve como hilo conductor en la película de García Roure, Javier convive con su delirio de forma tranquila, sin sufrimiento. Lleva una vida plena pintando cuadros y escribiendo sobre amor, matemáticas y, en ocasiones, lenguajes nuevos. "Cada materia tiene el suyo propio, como los países".

Bernat, de 48 años, no suele hablar de su enfermedad. Nada, excepto la pensión de invalidez que obtuvo hace años, desvela que es esquizofrénico. "Yo trato de eludir el tema, de no dar explicaciones. Si la persona no tiene un interés real por la enfermedad, puede llevar a malentendidos. ¿Cómo le vas a decir, por ejemplo, a una chica a la que acabas de conocer que eres esquizofrénico?", se pregunta. "No juzgo a quienes tienen cierto rechazo porque lo entiendo, a mí probablemente me pasaría lo mismo. Si ves a una persona que sufre manías persecutorias y hace tonterías no te acercas porque no te gusta, no te interesa. La vida es así".

"Al principio yo insistía para que los pacientes no escondieran su enfermedad", reconoce la doctora Guillamat, psiquiatra de Bernat. "El primer paso para acabar con el estigma que rodea la esquizofrenia es hablar con naturalidad sobre ella. Sin embargo, con el tiempo he visto que decirlo les ocasiona problemas, sobre todo en temas de trabajo. Por eso ahora les recomiendo que no lo hagan".

Existen todavía pocas certezas respecto a las causas que provocan la esquizofrenia. Los especialistas apuntan a la influencia de factores biológicos específicos, algunos asociados a la genética; otros, a posibles traumatismos durante el embarazo ?por ejemplo, infecciones víricas de la madre? o el parto, así como a la vulnerabilidad hacia cierto tipo de estrés. Lo que sí está comprobado es la necesidad de que un factor externo actúe como desencadenante de la enfermedad. "Antes, la mili era el detonante por excelencia", explica el doctor Moya. "Hoy, el consumo de tóxicos, especialmente de porros y de cocaína, ha disparado las crisis, y se ha notado un aumento brutal en los últimos años". También situaciones estresantes como los cambios de estación, el trabajo o el periodo posparto pueden hacer brotar a ciertas personas con vulnerabilidad a estas circunstancias. "Todavía nos queda mucho por saber", reconoce Moya. "A veces incluso a los propios profesionales nos cuesta ponernos de acuerdo para definir, delimitar y clasificar la esquizofrenia".

Otro punto de consenso respecto a la enfermedad es el periodo en el que se desencadena. La mayoría de hombres sufre el primer brote entre los 15 y los 25 años, mientras que en las mujeres ocurre un poco más tarde. "Es difícil que aparezca más allá de los 35, a excepción del periodo de la menopausia en las mujeres, que puede ser otro momento de crisis por el cambio y estrés que provoca", aclara Guillamat. "Si no se da esta excepción, lo habitual es que a partir de los 40 años los efectos de la enfermedad empiecen a remitir". Bernat ya ha entrado en esa fase, aunque sabe que puede tener una crisis si deja la medicación. "Cuando sigue el tratamiento es muy consciente de su enfermedad, reconoce perfectamente que sus delirios se deben a la esquizofrenia, y puede hacer una vida totalmente normal", explica su psiquiatra, la doctora Guillamat, a quien Bernat admira, a pesar de haberla contemplado como su mayor perseguidora y enemiga en momentos de crisis. "En periodos críticos he desconfiado de ella, y de todos", reconoce. Durante uno de éstos, la psiquiatra pidió al juez que ordenara el ingreso de Bernat en el hospital para evitar una crisis aguda. Tras interrogarlo, el juez llamó a la doctora manifestándole su desacuerdo: le dijo que veía al paciente perfectamente y que no creía que hubiera motivos para ingresarlo. "Es muy inteligente, y sabía lo que podía y no podía decir", recuerda Guillamat.

Cada brote esquizofrénico supone una fragmentación en la mente y en el cuerpo del enfermo. Se produce un caos total, y la respuesta a ese caos suele ser delirante. "Un enfermo puede decir que nació en 1940 y que ello sea totalmente compatible con tener 25 años; puede ver sus dedos y no vincularlos con su cuerpo, o tener la seguridad de que durante un periodo de tiempo deja de existir", expone el doctor Moya. En el largometraje, uno de sus pacientes le describe cómo son las lagunas que siente periódicamente cuando deja de vivir: "Hoy he tenido tres o cuatro. Es como si, de repente, se apagara el mundo durante un minuto o dos y no supiera dónde estoy. Veo todo negro", confiesa con el rostro de espaldas a la cámara para no ser reconocido. "¿Y qué experimenta usted cuando le sucede todo esto?", pregunta el médico. "Una angustia espantosa".

Paliar el sufrimiento y la angustia que el enfermo siente durante las crisis es difícil, únicamente el tratamiento médico y el acompañamiento pueden dulcificar el episodio. "A mis alumnos les digo que una de las pocas cosas que se pueden hacer en esos momentos es dar la mano", reconoce Moya, quien tenía claro que este aspecto debía ser uno de los puntos más importantes de la película. "Existe una serie de tópicos, como la peligrosidad social de los enfermos, la violencia o los psiquiátricos, que escuchamos continuamente; en cambio, la dimensión del sufrimiento del psicótico es desconocida. No se habla de ello ni siquiera en las facultades de medicina", reconoce. También se habla poco del sufrimiento de las familias o personas que rodean al enfermo. "La esquizofrenia erosiona mucho las relaciones", reconoce Guillamat. "La familia que ves en una primera visita y la que vuelves a ver al cabo de un tiempo no tienen nada que ver". Los profesionales recomiendan huir de las medidas heroicas. "Es preferible que los familiares no dejen de hacer sus vidas; que no abandonen trabajos, amigos ni ocupaciones. Así, el rato que estén con el enfermo podrán estar bien". También los fármacos antipsicóticos ayudan a remitir las crisis. Actúan sobre determinados receptores que hay en el sistema nervioso de entrada al cerebro, ejerciendo un sistema de bloqueo. Este freno evita que reaparezcan delirios, trastornos en el lenguaje, persecuciones y desconfianzas.

Bajo tratamiento, Javier convive con su delirio y no le afecta en su vida cotidiana. El sufrimiento llega cuando la desconfianza paranoica que sufre le lleva a creer que la medicación le provoca malestar y le hace perder la cabeza. Si deja de tomarla vive con el convencimiento de que quieren hacerle daño, y entonces aparece el sufrimiento. "Yo no como con mi madre porque tengo un poco de desconfianza; alguien puede poner algo en la comida", confiesa en la película, durante un periodo en el que había dejado el tratamiento. Su desconfianza se extrapola también a su psiquiatra, la doctora Severino. "¿Nunca habéis pensado qué pasaría si una doctora se vuelve loca y quiere hacer hamburguesas con los pacientes? A veces pienso que los psiquiatras están locos".

José Manuel, psicólogo del programa PSI (Plan de Seguimiento Individualizado) del hospital Parc Taulí, visita a Javier periódicamente para tratar de evitar nuevos brotes. El estrecho vínculo que se crea entre ellos queda plasmado en el largometraje; pero, en periodos de delirio, incluso éste desaparece. "Cuando venía a verle antes del último ingreso ponía en duda que yo fuera yo", recuerda José Manuel. "No me dejaba entrar y me hablaba por la ventana. Me miraba y me preguntaba: ¿seguro que eres José Manuel?". Finalmente, a pesar de los intentos fallidos del psicólogo y de la doctora Severino para que Javier ingresara por voluntad propia, se precisó una orden judicial. Ahora reconoce que tras el ingreso se encuentra mejor: "Lo que no quiero es estar enfermo".

"El ingreso es traumático y molesta mucho", explica Bernat. "Normalmente uno tiene un lugar en la vida; cuesta aceptar que se está enfermo y que te ingresan por eso". Bernat piensa que la condición de esquizofrénico nunca se acaba de aceptar del todo. "Hay días en que lo llevas mejor y otros peor. Lo aceptas porque no te queda otro remedio, pero nunca al cien por cien". Reconoce que no le gusta salir en una película por tener esta enfermedad: "Preferiría hacerlo como guitarrista consagrado, pero es importante que alguien hable sobre el tema". Probablemente la empatía creada por el director con cada uno de los personajes ayudó, aunque, en algún caso, el miedo, la fuerza de los prejuicios y el estigma ganaron la partida. Tras más de dos años de rodaje, García Roure considera a los personajes del largometraje como amigos.

García Roure, que se ha formado como ayudante de dirección en filmes documentales como En construcción, El cielo gira y La leyenda del tiempo, siente interés por las enfermedades mentales desde la infancia. Creció en Sant Boi, población en la que, según recuerda, en algún momento de la historia vivió más gente dentro del hospital psiquiátrico que fuera. Como estudiante, una práctica universitaria le puso en contacto con el doctor Moya. "El día que entras en la unidad de agudos, cerrada con llave, notas un aumento de adrenalina; un punto entre excitación y miedo". El paso de esa adrenalina a vivir la situación con normalidad es la transición que ha tratado de reflejar en la película. "Hemos intentado ser el máximo de rigurosos, explicar las experiencias de los protagonistas y dignificarlas". A lo largo del rodaje se ha preguntado a menudo qué haría él si le tocaran esas cartas para jugar la partida. "Son cartas muy duras, pero me he dado cuenta de que, aun así, siempre hay lugar para una broma o para el humor. La mayoría de pacientes, a pesar de estar enfermos, mantienen viva la imaginación; conservan su belleza moral, la buena predisposición hacia los demás y la alegría de vivir".

jueves, octubre 04, 2007

No se (Poema de GuillermoBorja)

Desde la era del fuego en el inicio de la humanidad,
sòlo hubo una preocupaciòn en la raza humana:
Darse cuenta.

En la transiciòn de su existencia, cada uno de nosotros
es Gilgamesh-Enkidur,
necesarias ambas fuerzas para el proceso de transformaciòn.

El malestar nace de la confusiòn, la confusiòn del engaño,
el engaño del resentimiento, el resentimiento del desamor.

Lejos de aceptar que la soledad es un remanso para un alma cautiva,
olvidamos que la no identificaciòn es la liberaciòn de nuestro ser;
negando nuestra necesidad original nos fijamos en la carencia,
asì perpetuamos nuestra dependencia en la distracciòn cotidiana;
olvidamos el principio de la eternidad;
Vivir el presente.

Obsesionados en hacer nuestra inseguridad
nos condenamos a la esperanza;
la fantasìa nos evidencia ante nuestra mediocridad.

Nadie es de nadie, nada es de nadie, ni uno mismo.
Vivir no requiere de justificaciòn;
al Ser distante de juicios y prejuicios, se transforma en la verdad.

Através de la transparencia focalizamos la autenticidad

Hay que morir con los cinco sentidos alertas,
con una mente sin juicios y una càlida emociòn
donde la acciòn es una cadencia que invita a la contemplaciòn,
donde nos reconozcamos intensamente pequeños

La realeza no da cabida a la comparaciòn, el vacìo nutre el yo
acompañàndolo por los caminos del proceso.

La dificultad no està en despertar, sino en mantenerse alerta.
Cada caida es un recuerdo de la distracciòn,
cada error un olvido de sì mismo.

La tolerancia, el ùnico bàlsamo para la caida.
Sòlo somos testigos, vigìas de un ocèano que se perpetùa en su oleaje,
La seguridad es tan sòlo navegar olvidando el arribo a un puerto seguro,
asumiendo lo impredecible de la vida.

El marinero se fortalece en mantener su nave a salvo
muy lejano de pretender llegar a aguas calmas
se fortalece en el centro del huracàn,
el naufragar nos acerca a la esencia.

Todo està en su lugar,
cada uno tiene lo que le corresponde,
a nadie le falta nada.

El misterio de la vida
es dejar un punto aberrante
que siempre nos ha desorientado.
El ocaso de un sol invitarà la plenitud de una noche
para que a su vez el cìrculo se complete con el amanecer.
Todo es circular, donde se comienza se termina,
donde se termina se continùa.

La rueda de la fortuna es la vida,
la intensidad demerita lo sutil,
la ternura reposa en la quietud;
sòlo en el silencio nos maifestamos
y permitimos la presencia de los demàs
La comunicaciòn es la permisibilidad
de dos monòlogos sin interrupciòn

No hay que asirnos a nada porque todo es nuestro;
la metamorfosis se logra sin minimizar ningùn estado anterior;
cada parte es necesaria para completar el todo;
la incongruencia y lo injusto amamantan la aceptaciòn.

Cada uno de nosotros es una epopeya,
el guerrero se inviste manifestando su desnudez,
Es hora de partir a la guerra santa.

Guillermo Borja
Boletìn de Psicoterapia Integrativa Transpersonal
Primavera de 1.995

Historia sobre la locura


Extraído de 20minutos
Una anciana pasa setenta años de cárcel por robar 18 céntimos de euros

* Los robó cuando tenía quince años.
* El dinero fue encontrado posteriormente.
* Va a abrirse una investigación sobre su internamiento.

Una mujer británica ha pasado setenta años encerrada en distintas instituciones acusada de robar el equivalente a 12,5 peniques (unos 18 céntimos de euro) cuando tenía quince años.

La trágica historia de Jean Gambell arranca en 1937, cuando fue acusada injustamente de robar esa cantidad de la consulta médica donde trabajaba como limpiadora, relata hoy el diario británico "The Daily Telegraph".
Fue sancionada en virtud de una ley sobre locura de 1890 y comenzó un dramático periplo de psiquiátrico en psiquiátrico

La mujer fue sancionada en virtud de una ley sobre locura de 1890 y comenzó un dramático periplo de psiquiátrico en psiquiátrico, a pesar de que el dinero fue encontrado posteriormente.

Recientemente fue trasladada a un asilo y perdió todo contacto con su familia, que pensó que había muerto.

Pero en agosto pasado, por casualidad, uno de sus hermanos pequeños tropezó con una carta que le permitió descubrir su existencia y que la familia haya podido reunirse.

David Gambell, de 63 años y que vive todavía en el hogar familiar en Merseyside (norte inglés), recibió una carta dirigida a su madre sobre una residencia de ancianos en Macclesfield (noroeste inglés) en la que mencionaban a su hermana Jean.

"No podía creerlo. De repente me di cuenta de que mi hermana seguía viva. Llamé al asilo inmediatamente y me confirmaron que nuestra hermana estaba allí", explicó a "The Daily Telegraph".
No habían visto a su hermana desde que eran pequeños

David y su hermano Alan, que no habían visto a su hermana desde que eran pequeños, viajaron a la residencia, donde los trabajadores les advirtieron de que la mujer, que ya tiene 85 años, estaba sorda, sólo podía comunicarse mediante escritura y era bastante improbable que los recordara.

"Una ancianita que caminaba con bastones entró. Nos miró y gritó: 'Alan.. David'. Después nos abrazó. Fue todo muy emotivo", rememoró el hombre, que está convencido de su hermana ha pasado todos estos años tratando de demostrar que tenía una familia.

Los hermanos, que han pasado gran parte de su infancia en un orfanato porque sus padres eran muy pobres, descubrieron que su padre intentó durante años sacar a Jean de la institución mental en la que fue ingresada por ser considerada "de mente débil", pero que no lo logró porque el historial de la mujer se había extraviado.

Ahora, muchas décadas después, los servicios mentales de Macclesfield van a abrir una investigación sobre su internamiento.

lunes, octubre 01, 2007

Una entrevista a Adriana Schnake

Creo que data del 2005.

http://www.igooh.com.ar/Nota.aspx?IdNota=6608

Posteado: 16/05 | 19.07

En esta entrevista, la psicoterapeuta gestáltica chilena Adriana Schnake señala que vivimos en una sociedad opuesta al corazón, donde el valor imperante es acumular.

Por Ignacio Escribano

“¿Cómo vamos a pretender que las enfermedades cardiovasculares dejen de ser la principal causa de muerte en el mundo, cuando vivimos en una sociedad que es tan opuesta al corazón?”

Adriana Schnake, médica psiquiatra de origen chileno, no disimula su mirada antigua, profunda y melancólica, al reflexionar sobre la forma de ser de esa pequeña bombita autónoma, tan solidaria, que no hace más que distribuir el elemento vital por excelencia que es la sangre.

“El corazón entrega todo lo que recibe y descansa al mismo tiempo que trabaja; a él, jamás se le ocurriría acumular. Y eso es completamente ajeno a lo que ocurre en nuestros días; se pretende trabajar mucho más de lo que descansa, y ganar mucho más de lo que consume”, señala Schnake, una de las figuras más destacadas en la enseñanza, estudio y difusión de la psicoterapia gestáltica en el mundo de habla hispana.

Según ella, la seguridad de la existencia humana hoy está en íntima relación con en el hecho de tener guardado más o menos dinero.

“En vez de vivir en plenitud lo que nos ofrece la vida, y tener la inteligencia de ganar sólo lo necesario, ¿qué hacemos?, ponemos toda la energía, ideas y pensamientos al servicio de acumular cuanto sea posible”, subraya la autora de Los diálogos del cuerpo, que en sus libros suele preguntar: “El cuerpo habla, ¿quién lo escucha?”. A lo que responde: “Si cada cual se reconoce dueño de su propio cuerpo, y escucha sus mensajes, prescindiremos entonces del fastuoso edificio científico en el cual los seres humanos esconden toda su omnipotencia y falta de fe.”

Schnake, más conocida como Nana, actualmente vive en la Isla de Chiloé, al noreste de la Isla Grande, frente a una bahía de aguas mansas recortada al fondo por la cordillera de los Andes. Allí ha erigido, casa por casa, el Centro de Crecimiento y Desarrollo Anchimalén, donde recibe grupos y personas que desean trabajar y atenderse con ella.

-En estos días por Buenos Aires: ¿Ha notado grandes cambios en la gente que usted frecuenta?

-No realmente; las dificultades económicas nos influyen, claro, pero no son los que más nos afectan. Los cambios profundos no pasan por ese plano. Creo que fue mucho más terrible lo que aquí se vivió después del golpe de Estado del año 76. La gente sí estaba cambiada. No se atrevía a hablar, tenía miedo de comunicarse. Ahora se habla, se reclama. Y, como buenos argentinos, siguen hablando mal de ellos mismos. La verdad es que no me gusta que se desacrediten tanto.

-¿A qué cree que se deba ese hábito?

-No lo sé. Tal vez es una forma de asegurarse, de algún modo, que es el otro quien se está portando mal. ¿Me explico? Como si el que habla o descalifica no tuviera nada que ver con lo que ocurre. En otras sociedades, las críticas hacia la propia cultura se suelen esconder bastante más. Como aquel dicho que dice: “La ropa sucia se lava en casa”. Por eso, a veces me sorprende lo duros que pueden ser los argentinos con ellos mismos.

-¿Cuál es su mensaje para un pueblo en plena crisis existencial?

-Creo que en estos momentos hay que quedarse en silencio, tranquilo, juntando energías para poder conectarse con lo más primario y puro de cada ser, y con los verdaderos valores del pueblo mismo. Nosotros, los chilenos, tuvimos un tiempo de mucho oscurantismo, de mucha tristeza, de mucho estar para adentro. Por eso digo que las enfermedades nos detienen, nos duelen; pero si logramos entender el mensaje que nos traen, ellas nos facilitan un verdadero salto cuántico que nos relaciona de un modo diferente y renovado con nosotros mismos y los demás.

-¿Por qué cree que una crisis de semejante magnitud se la define sólo por lo económico?

-Eso habla de una gran negación; porque al definir a la crisis de económica, implícitamente se está suponiendo que al reactivarse el mercado queda todo resuelto. Y así se sigue siempre en lo mismo, en donde el valor imperante es el dinero.

-¿Cómo explicaría la importancia del silencio en un mundo programado para producir incesantemente, donde tiempo es dinero?

-Sólo del vacío, del silencio puede surgir algo nuevo. Como aquel cuento de la taza, en el cual un hombre ávido por aprender de un reconocido maestro, va a visitarlo. El maestro, que lo recibe, sigue sirviéndole té hasta que rebalsa de la tasa. Entones, el discípulo le dice: “Maestro, maestro, está derramando el té”. “Bueno, eso mismo pasa contigo -le responde el sabio-. Tu cabeza ya está llena de ideas. No puedo enseñarte. Es más, tu no vienes a aprender.” Desgraciadamente, la sociedad, principalmente la Occidental, privilegia excesivamente el “hacer algo”, a la vez que la contemplación es tan rechazada. El mundo se ha colmado de ruidos que ensordecen nuestros mensajes más básicos; por eso, no será fácil la tarea de volver a vivenciarnos.

-¿Cree que han evolucionado las psicoterapias?

-Sí. Ahora, no sé si para bien o para mal (ríe). Bueno, pero si se supone que la evolución es hacia algo mejor creo, sí, que han evolucionado.

-¿Qué ha quedado atrás?

-El conductismo, ya hace tiempo. Y el psicoanálisis, que no suele admitir nuevas corrientes de trabajo y pensamiento, creo que también ya está bastante atrás.

-Fritz Perls afirmaba que no se puede mantener una sensación o una vivencia por mucho tiempo con las mismas características, pues rápidamente va cambiando. Usted, en cambio, dice: “Lo único que se puede mantener fijo son las ideas”. ¿Por qué?

-Porque todo, incluso el dolor, está cambiando constantemente. Nada permanece en un estado inalterable. Salvo, claro, que uno tenga una fuerte convicción. En este caso, es la idea, y no el dolor, la que está fija. Cuando alguien siente un dolor en el mismo lugar por mucho tiempo, es probable que lo esté sujetando en lugar de dejarlo ir.

-¿Y cuál es la idea fija característica del ser humano de comienzos del siglo XXI?

-Que lo único que le da seguridad es tener más y más plata. Y esa no sólo es una idea fija, sino también maldita.

Información adicional

Adriana Schnake obtuvo el título de médica psiquiatra en la Universidad de Chile. Es, además, ex profesora de psiquiatría de dicha institución, presidenta honoraria de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires y Córdoba, y Miembro de Honor de la Asociación Española de Terapia Gestáltica.

Actualmente trabaja e imparte cursos y grupos en Anchimalén, el campo donde vive, trabaja y enseña. Una vez por mes viaja a Santiago de Chile, donde dirige una Escuela de Psicoterapia Gestalt (de formación de posgrado con una duración de tres años).