lunes, diciembre 26, 2005

Trastornos Alimentarios hospitales en Madrid

Extraído del el País

http://www.elpais.es/articulo/elpepiautmad/20051226elpmad_4/Tes/

La anorexia y la bulimia causan casi 500 ingresos hospitalarios anuales
Muchos enfermos deben ser internados más de una vez al año

Los trastornos del comportamiento alimenticio fueron la causa directa de 480 hospitalizaciones de residentes en la Comunidad de Madrid durante el año 2003, último del que existen datos completos, según un estudio realizado por la Dirección General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad. Desde entonces estas cifras se mantienen más o menos estables.

Estos 480 ingresos corresponden a 276 enfermos (256 mujeres y 20 hombres), ya que la media de ingresos por enfermo y año asciende a 1,7. Los hospitales públicos y privados madrileños también atendieron en 2003 a otros 109 ingresos de enfermos residentes en provincias limítrofes de otras comunidades autónomas.

El ingreso hospitalario es el recurso utilizado en último lugar en el tratamiento de estos trastornos, cuando la vida del paciente ya corre peligro.

Según Gonzalo Morandé, jefe de psiquiatría del hospital infantil Niño Jesús, el ingreso tiene tres objetivos: "El primero y más importante es evitar la muerte del enfermo por descompensación o deshidratación; el segundo es la recuperación nutricional de su organismo, que puede prolongarse durante unos 32 días, y el tercero, el ingreso también debe ser una buena y nueva ocasión para que el enfermo decida hacer frente a su situación con todas sus consecuencias".

La cifra de enfermos ingresados se ha mantenido estable en los últimos años en la región, según el estudio. Francisco Ferré, responsable de Salud Mental de Sanidad, precisa, sin embargo, que "se está notando un aumento de los trastornos denominados 'no específicos', también graves pero que no siguen los patrones habituales de la anorexia o la bulimia". Los 480 ingresos de ciudadanos madrileños suponen el 13% de los 3.667 registrados en toda España, según datos del Ministerio de Sanidad.La anorexia nerviosa es una enfermedad mental que puede ser mortal. Quien la sufre se empeña en mantener su peso por debajo de lo que le correspondería por edad y altura, y se niega a comer ante su miedo a engordar. La bulimia se caracteriza por la ingesta descontrolada de alimentos (atracones), seguidos de sentimientos de culpa que hacen que el enfermo se provoque el vómito. En los dos casos, quienes la padecen sufren graves consecuencias psíquicas y físicas por la enfermedad.

De los 276 madrileños ingresados, la mayoría, 194, permaneció en el hospital una sola vez durante 2003. Pero 73 enfermos necesitaron ser ingresados entre dos y cinco veces, tres en seis ocasiones, cuatro en siete, y dos pasaron por el hospital 13 veces en un año.

La duración media del ingreso alcanzó los 21 días, aunque en algunos casos supera los seis meses. La edad media de los ingresados se sitúa en los 22,6 años, aunque Sanidad registró el ingreso de una menor de 10 años y de 31 de niñas de 11 a 14 años. La edad entre 15 y 19 años, con 86 enfermos, es la que más ingresos registra, seguida de la de 20 a 24 años, con 53.

El tratamiento de los enfermos de anorexia y bulimia se realiza desde la red de 36 centros de salud mental de la Consejería de Sanidad, que se ven reforzados por cuatro centros especializados en la hospitalización de día.

Los menores de edad que deben ser hospitalizados, cuentan en la región con una unidad específica situada en el hospital Niño Jesús. "Al llegar a los 18 años, sin embargo, nos encontramos con el problema de que no existe en la región ninguna unidad específica para adultos que sufren estos trastornos", explica María del Carmen González, de la asociación Adaner.

Sanidad suplirá este vacío con la creación de la primera unidad específica para adultos en el hospital Santa Cristina, según Francisco Ferré. "La previsión es que entre en servicio en la primera mitad de 2006", explicó.

Ferré añade que esta unidad será de referencia para toda la región y tendrá "de 16 a 20 plazas de hospital de día y una reserva de dos camas para hospitalización". "Este reducido número de camas se explica porque se priorizará el ingreso del paciente en la unidad de nutrición o psiquiatría de su hospital de referencia".


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"¡Tengo tanto pánico a la comida...!"
Una enferma de anorexia se niega a volver a ser ingresada en un hospital psiquiátrico para adultos crónicos con otras dolencias


Un plátano escondido bajo la cama fue la señal que alertó a la madre de Sandra Manzano Rodríguez de que algo iba mal entre su hija y la comida. Era una niña de 13 años; hoy es una mujer de 24 que lucha desde entonces contra la anorexia nerviosa y un trastorno límite de la personalidad.

Ha pasado por más de una decena de ingresos hospitalarios y varias tentativas de suicidio. Mide 1,58 y, vestida, pesa 41 kilos, pero ha llegado a bajar de los 37. Ha desayunado un kiwi. Su madre cree que "desde agosto debería haber ingresado para ganar peso". "Con suerte, hoy comerá y cenará un yogur".

Sandra asiente con serenidad y aunque titubea, tiene claro su mensaje: "Tengo anorexia y necesito que me ingresen. Pero no en el Rafael Lafora", un hospital psiquiátrico público para adultos que atiende a enfermos psiquiátricos crónicos y que es la única alternativa que la sanidad pública -que no tiene unidades específicas para adultos- le ofrece. "Necesito un tratamiento adecuado", repite.

Los dos últimos ingresos de Sandra han sido en el Rafael Lafora y el recuerdo que tiene de ellos "es horrible". "No reúne las condiciones para gente como yo. Una paciente me agredió en la cafetería y otro se masturbaba delante de mí. No podía bajar al jardín porque no hay quien lo vigile. Las noches dan miedo: oyes gritos, peleas... Los propios médicos me dijeron que yo no tengo que estar allí, que aquel es un hospital para otro tipo de pacientes", afirma.

Sandra lleva meses negándose a ingresar en el Rafael Lafora. La alternativa que le ofrece la sanidad pública es el ingreso domiciliario, recibiendo por una sonda los nutrientes que no ingiere porque apenas tolera comer alimentos sólidos. Pero sus padres trabajan y no pueden vigilarla todo el día.

"Me tengo que poner las inyecciones de alimento en la sonda. Pero a veces... estoy enferma y me engaño. Puedo ser buena y hacer caso, pero no siempre... ¡Tengo tanto pánico a la comida...! Tendría que meterme 1.500 calorías al día por la sonda, pero muchos días no llego ni a 1.000", admite. "Sé que necesito un control externo, pero somos una familia obrera", sigue.

El Rafael Lafora es la última etapa del largo historial de ingresos de Sandra, un ejemplo del vagar de muchas familias por centros sanitarios, públicos y privados, en busca de la atención adecuada. Antes, entre los 13 y los 18 años, acudió a varios centros de día junto a enfermos con otras patologías: esquizofrenia, trastorno bipolar,...

A partir de los 18, de forma intermitente, ingresó en el hospital Ramón y Cajal. "Pero hace cuatro años que me dijeron que allí no podría volver, que necesitaba otro tipo de centro. Fue cuando me mandaron al Rafael Lafora".

Los problemas de Sandra con la comida empezaron a los 13 años. "Empecé a ver que la comida para mí no era como para los demás. Era un sufrimiento. La tenía que esconder o dársela a los de al lado. Luego vino todo lo demás...", susurra. "No sé por qué empezó todo. Pudieron ser varias cosas. Me sentía distinta a los demás. No tenía muchas amigas, me rechazaban. Sentía como si yo no me adaptara a las demás, ni ellas a mí. Me decían que era como un chico. Nunca me invitaban a sus cumpleaños. También es verdad que mi padre tiene un gimnasio y siempre he visto de cerca el culto al cuerpo. No sé si esto también habrá ayudado", continúa.

Los trastornos que sufre Sandra la impidieron terminar el segundo de bachillerato, curso al que llegó con mucho esfuerzo, dividiendo su tiempo entre estudios y terapias. Luego intentó trabajar como administrativa, pero aguantó un mes. Ahora lleva mucho tiempo de baja, mientras la tramitan la invalidez y se acercan unas nuevas navidades. "Esta semana iré al hospital a ver si he ganado peso. Si no, tendré que pasar las navidades con la sonda en casa. ¡Imagínate! En navidades".



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Gonzalo Morandé Psiquiatra
"La alarma social en torno al fenómeno ha sido positiva"


Máximo responsable de la Unidad de Trastornos de la Alimentación del hospital infantil Niño Jesús desde 1992, Gonzalo Morandé (Santiago de Chile, 1962) es internacionalmente reconocido por sus conocimientos en el tratamiento de los trastornos de la alimentación.

Pregunta. ¿Qué ha cambiado en la sociedad en los últimos años respecto a la anorexia y la bulimia?

Respuesta. Ha habido un cambio importante y positivo. Se ha creado cierta alarma social, pero esto ha servido para que los padres estén más atentos y lleven a sus hijas al médico al primer vómito o comportamiento de riesgo. Si son tratadas en sus primeras fases, éstas son enfermedades que no cursarán del todo y serán curables en la mayoría de los casos.

P. ¿Cuántos enfermos se curan?

R. Tratados desde fases tempranas, el 63%. En algo más del 30% de los casos, la enfermedad se cronifica o la recuperación es parcial. El 5% muere, la mayoría por suicidio. Pero la curación se reduce a menos del 40% si la enfermedad se ha desarrollado sin tratar.

P. ¿Qué queda por mejorar?

R. Hemos avanzado mucho en el tratamiento precoz, pero los comportamientos de riesgo entre adolescentes, como provocarse el vómito, usar laxantes o las dietas excesivas, siguen igual desde hace años. Hay que trabajar desde la infancia, con los pediatras, para que transmitan a padres y niños los mensajes para que los propios adolescentes aprendan a cuidarse.

P. ¿Aumenta la incidencia de estas enfermedades?

R. No, las tasas de incidencia se mantienen. Probablemente estemos en el tope más alto al que podíamos llegar por razones genéticas u otras. Pero tampoco bajan.

P. ¿Qué queda por mejorar en la sanidad pública?

R. Los recursos siempre son algo justos, como en otras especialidades. La mayor laguna, sin embargo, está en los pacientes de más de 18 años, que son los que más problemas de cronificación sufren y para los que no existen recursos específicos hasta el momento.

P. ¿Qué puede hacerse?

R. Nosotros hemos pedido poder seguir tratándolos en el Niño Jesús hasta los 21 años. También sería bueno la existencia de una unidad específica para adultos. Es inviable que exista una en la mayoría de los hospitales, pero sí sería necesaria una de referencia para la Comunidad de Madrid.