lunes, noviembre 22, 2004

Diagnóstico sobre la sostenibilidad: la especie humana como patología terrestre

“Un mono antropoide tuvo una vez un hijo enfermo, desde el punto de vista
estrictamente animal o zoológico, verdaderamente enfermo...”, postulaba ya Miguel
de Unamuno (1913) refiriéndose al homo sapiens. Esta consideración, reiterada en
estudios posteriores, subraya que el animal humano es el único al que no le bastan
los instintos para orientar su comportamiento, sino que tiene que acudir a
esquemas simbólicos o culturales que den sentido y otorguen racionalidad a lo que
hace. Y entre las creaciones de la mente humana que hoy gobiernan nuestra
existencia destaca cada vez más la idea usual de lo económico, con la convención
social del dinero que le da vida y sus afanes de crecimiento permanente (J.M.
Naredo, 2003a), con evidente incidencia en el territorio, el urbanismo y la
construcción.

El estudio atraves de la comparación entre las enfermedades y la sociedad o psicología humana a contextualización y descontextualización es un interesante ejercicio para una amplia perspectiva y conocimento(Siempre desde un punto de vista didactico y constructivo teniendo en cuento el reduccionismo de la fácil caida en lo apocaliptico)


Árticulo públicado en el último numero de la revista Archipielago:

->Crisis y reinvención de la ciudad contemporanea (PDF completo del árticulo)
tembien se pueden descargar otros árticulos de este numero aqui

Su primeros parrafos dicen:

Patologías del crecimiento: cuando el parásito invade al huésped
La extensión de ese empeño enfermizo del crecimiento económico hace que, con
los potentes medios técnicos disponibles, la especie humana aparezca como una
especie de patología terrestre. Pues, en el marco de la llamada “globalización”, el
objetivo generalizado del crecimiento económico promueve la progresiva
explotación y uso humano masivo de la biosfera, la corteza terrestre, la hidrosfera
y la atmósfera, unidos a la expansión de asentamientos e infraestructuras, a ritmos
muy superiores al del crecimiento demográfico, que están dejando huellas de
deterioro territorial evidentes1. Lo cual avala la consideración antes mencionada de
la especie humana como patología parasitaria de la biosfera que devora, simplifica
y deteriora el complejo entramado de ecosistemas y paisajes que había llegado a
tejer la vida evolucionada en la Tierra.

W.M. Hern (1990), médico de profesión, apreció una fuerte analogía entre las
características que definen los procesos cancerígenos y la incidencia de la especie
humana sobre el territorio, apoyándose en las similitudes observadas entre la
evolución de las manchas cancerígenas reflejadas en los escáneres y las que recoge
la cartografía sobre la ocupación del territorio. Este autor enumeró las siguientes
características de las patologías cancerígenas: 1) crecimiento rápido e incontrolado;
2) indiferenciación de las células malignas; 3) metástasis en diferentes lugares; 4)
invasión y destrucción de los tejidos adyacentes. Analizó después la relación de
estas características con el reflejo territorial de las tendencias incontroladas del
crecimiento poblacional, económico, etc.; con sus consecuencias destructivas sobre
el patrimonio natural y cultural; con la extensión de los modos de vida y de gestión
indiferenciados; con las metástasis que genera la proyección del colonialismo de los
Estados primero y de las empresas transnacionales después, a través de la
“globalización” del comercio, las finanzas… y los media.

Como pasamos a ver seguidamente, las características arriba mencionadas ofrecen,
a mi juicio, un paralelismo todavía más concreto con el modelo territorial, urbano y
constructivo que se deriva de las reglas del juego económico dominantes (J.M.
Naredo, 2000).

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